Estaba sola, perdida, un poco confusa, por un pueblo cuyo nombre no quiero acordarme, cuando encontré un mercado en la calle. Era un poco austero pero tenía pinta de tener objetos y ropa muy interesantes de los cuáles me podían servir para algo muy útil. Proseguí recto hasta llegar a un puestecillo no muy grande, pero su aspecto era de ser muy interesante para la vista y para el oído. El hombre que lo sustentaba, no aparentaba ser muy joven, yo le echaría unos sesenta y cinco años de edad, aunque este hombre de nombre un poco raro y diferente a todos los que había escuchado, llamado Gumersindo, parecía un hombre muy simpático y amable pero de pocas palabras. Establecí una conversación con él, empezando por preguntarle de que iba su puesto, yo veía muchas cosas extrañas pero no sabía muy bien de que se trataba. Me lo explico brevemente porque como yo pensaba era un hombre de pocas palabras. Dos puestos más delante de éste, había un tenderete que me llamó mucho la atención, no sabía porque, pero me acerque a él. Me encontré con una mujer que era lo contrario al hombre anterior, esta era muy charlatana, aunque yo diría un poco insegura. Había una especie de silla antigua, sucia y que parecía que había salido del vertedero, pero me explicó que era una silla mágica, te trasladaba a otro lugar y tenías que superar un tipo de pruebas para volver a tu tiempo. Yo no lo quise probar aunque la señora insistía mucho, a mi me daba un poco de miedo, pensar que a lo mejor no podría volver. Quise avanzar para ver más objetos curiosos, pero me tuve que ir porque se me acababa el tiempo...